sábado, 17 de diciembre de 2016

LA LUCHA DE PODERES EN LA IGLESIA

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Muchos hemos podido escuchar en las últimas semanas de voz del Papa Francisco la fuerte denuncia a las actitudes clericalistas de algunos clérigos que “enferma a la iglesia”. Muchos en nuestras páginas compartimos indignados la noticia y algunos más osados denunciaron que en sus parroquias, diócesis o movimientos esto se ve fuertemente.

Es lamentable y triste ver esta realidad que está lacerando profundamente la unidad eclesial que nos debe caracterizar y la cual puede llegar ser más atrayente que miles de discursos bonitos y bien elaborados. La iglesia ha venido sufriendo mucho a consecuencia de la fragilidad de cada uno los que hacemos parte de esta familia, la culpa de esto es que no somos capaces de vencer nuestro propio pecado y nos dejamos llevar por los impulsos.

El clericalismo que se ha venido denunciando con tanta fuerza no es culpa exclusiva de los “Curas clericalistas” sabias que tú y yo también hemos tenido comportamientos egoístas y caprichosos con los cuales hemos podido desvirtuar o destruir la imagen del Señor que ha querido insertarse de una manera evangélica en nuestra sociedad.

Muchos laicos que operan activamente en nuestras parroquias, movimientos apostólicos o grupos de oración ha venido descubriendo en la iglesia a una familia quienes los acompañan a caminar hacia la santidad; pero también han podido encontrar en dichos grupos personas que atrapados en su deseo de aparecer o aparentar se convierten en verdugos de los carismas y dones de los otros y encierran a la parroquia o al movimiento en una cárcel en donde solo pueden actuar y pensar como el ¿esto es pastoral? ¿Esto es familia?

En otros preocupantes casos los sacerdotes, religiosos, obispos no permiten que el laico tenga un protagonismo importante simplemente porque no es un “consagrado” en algunos casos porque ya han tenido la lamentable experiencia de algún problema o simplemente porque cree indigno a la persona ¡Esto sí que lastima la unidad de la iglesia!

Francisco, el Papa, ya no lo advertía en evangelium gaudium: “Dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades, ¡cuántas guerras! En el barrio, en el puesto de trabajo, ¡cuántas guerras por envidias y celos, también entre cristianos! La mundanidad espiritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Además, algunos dejan de vivir una pertenencia cordial a la Iglesia por alimentar un espíritu de «internas». Más que pertenecer a la Iglesia toda, con su rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente o especial”

Esta dolorosa realidad debe interpelarnos a saber buscar una unidad interna, sin caer en el juego del conflicto que es proporcionado por el demonio quien busca dividirnos desde adentro para logra su cometido.

 La gracia de Cristo esta de nuestra parte y nuestra misión y tarea es buscar en todo el servicio humilde y desinteresado, en momentos recurrir al ocultamiento para que nadie sepa de nuestras buenas acciones y logremos insertar esa misericordia de vida en nuestras misiones o como nos diría francisco sobre estos desafíos: “Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!”

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