Para nadie es un misterio la triste realidad por la que está
pasando nuestra iglesia, sacerdotes infieles a su ministerio, un decaimiento en
las vocaciones sacerdotales y religiosas, un profundo clericalismo que está
atropellando la acción del Espíritu Santo, unas doctrinas falsas que está levantándose
con fuerza y están queriendo derrocar la sacralidad de nuestra doctrina y
quieren imponerle nuevas costumbres. El enfrentamiento de agentes de pastoral
por unos celos pastorales absurdos, como nos lo denuncia el Papa Francisco en
la Evangelium Gaudium; es como si se nos olvidara que todos somos miembros de
una misma familia y que no somos comerciantes de vocaciones sino fuentes porque
es por nuestro testimonio de vida que otros se descubren también llamados.
Pero, ¿Por qué vivimos esta triste realidad? ¿Cómo responder
ante este desafío que nos esta enfermando y que nos está haciendo perder tiempo
valioso? ¿Cuál es mi deber como laico, consagrado, obispo, sacerdote ante esta
crisis?
Ante estas preguntas la respuesta es única: NECESITAMOS CONVERSIÓN
Nuestra iglesia, nuestras comunidades religiosas, nuestras
parroquias, movimientos, grupos juveniles, todos absolutamente todos los que
hacemos parte de esta iglesia necesitamos de una profunda conversión que nos
permita encontrarnos plenamente con el Señor Jesús.
DEJAR A UN LADO LA PASTORAL DE LAS “ISLAS”
Un primer paso para esta conversión pastoral y eclesial es
descubrir la urgente necesidad que tenemos de contar con el otro, de descubrir
en el otro la riqueza del Espíritu que nos ayuda a saborear los carismas y los
dones que ha insertado en nuestra iglesia. Es descubrir que el otro también posee
unos dones que pueden permitirme encontrarme más plenamente con mi propia vocación
y con el Señor Jesús.
Es deplorable ver como en algunos seminarios o comunidades
religiosas se están formando a los jóvenes para excluir a aquellos que no hacen
parte de nuestra comunidad o seminario, es como si solamente nosotros fuéramos
los portadores de la verdad o como si solamente en nuestros seminarios y
comunidades fueran dignos o merecedores de vocaciones. Esto genera lo que denuncio
como el “aborto vocacional” porque claro, cuando encontramos a alguien que no
posee nuestro carisma o que no piensa como nosotros deseamos, lo lastimamos tan
profundamente que lo único que logramos es crear en el joven o la joven una aberración
por la vida consagrada y quizás destruirle una respuesta por la cual Cristo nos
pedirá cuenta después.
La pastoral de la Isla, es aquella pastoral que nos enferma
porque vivimos encerrados en nosotros mismos y no nos lanzamos al auténtico
encuentro con Cristo y con los demás. Esta pastoral es la que nos hace pensar
solo en nosotros o en nuestra comunidad y no nos ayuda a identificar que también
estamos llamados a ser los veladores de mi hermano en especial del que se está
quedando solo, el enfermo o el desprotegido.
Yo como ermitaño, que vivo solo, constantemente recuerdo que
mi opción de vida no es por guardarme o por cuidarme, sino que es un desgaste
por los demás, mi vocación es una respuesta al amor que siento por mis hermanos
Religiosos, sacerdotes, seminaristas, obispos, cardenales y hasta por el mismo
Santo Padre, por quienes ofrezco constantemente mi oración y penitencia.
SALIR EN BUSCA DEL OTRO
Otro movimiento que nos permite vivir esta profunda Metanoia
a la que estamos siendo convocados por la Iglesia y por el Mismo Señor Jesús es
la apertura que debemos tener en salir a buscar a los demás, salir a convocar y
a encontrar, el explorador que sale en búsqueda siempre encuentra algo.
Este movimiento de salida nos invita a dejar de lado esas
seguridades enfermizas que no permite que nos contagiemos de la alegría de los demás,
que no permite que el espíritu sople con fuerza en nuestras propias realidades,
las restaure, las arranque, las reconcilie. Todo lo contrario cuando nos
atrincheramos en nuestros seminarios, en nuestros conventos, en nuestras
propias y absurdas seguridades no permitimos dar a conocer la alegría de
nuestro estilo de vida. Estamos tan equivocados pensando en que esta seguridad
de encerrarnos en nosotros mismos puede salvaguardar nuestra vocación o nuestro
estilo de vida y lo que estamos percibiendo es todo lo contrario entre más
encierro más escándalos.
La prudencia pastoral que se nos pide es aquella que nos
ayuda a insertarnos dentro del mismo mundo y luchar contra la corriente, luchar
desde nuestra condición de consagrados, de religiosos y religiosas, de laicos
comprometidos, de movimientos apostólicos que se lanzan a la conquista de
nuevas fronteras, a conocer la diferencia del mundo y a conocer la diversidad
de carismas y aceptarlos, acogerlos y a aprender de ellos.
Salir en busca del otro, no es otra cosa que seguir los
pasos de Jesús de nazareth que salía a recorrer, a convocar, a llamar, a sanar,
a interpelar, a convencer, a amar…
Un Anacoreta esta llamado también a salir de si mismos, a
vivir un profundo arraigo en la oración frente a las realidades y necesidades
del mundo actual, no se es un auténtico ermitaño si no tiene un profundo
arraigo en las necesidades de las personas que lo buscan para que con su oración
interceda por ellos.
DEJARSE INTERPELAR POR LO QUE ENCUENTRA
Para ir terminando, es importante descubrir que estos pasos
que vamos siguiendo para nuestra conversión pastoral se deben dejar interpelar
por lo que vamos encontrando en el camino, un mundo que reclama con urgencia la
figura del consagrado, no solo para alardear el color de un trapo, o la manera
en que canto, sino para tocar la carne del pueblo, para ser salud y curar sus
enfermedades, para ser padres, hermanos, amigos, educadores.
Debemos dejarnos interpelar por lo que encontramos en
nuestros diferentes campos de Misión, pues que Cristo mismo quien esta
interpelando nuestra vocación, nuestro carisma, nuestra respuesta.
No podemos caer en el grave riesgo de pensar que porque ya
somos Sacerdotes, Obispos, Religiosos, religiosas, seminaristas ya hemos
llegando a la plenitud de nuestra propia vocación.
Querido amigo lector, el Señor sigue llamando, el Señor
sigue suscitando en nosotros vocaciones, inquietudes, llamadas no seamos ajenos
a esto, respondamos con un solicito amor pero pensando no en nosotros sino también
en el otro.
ALABADOS SEAN JESÚS Y MARÍA
Hno. W.A.C.R.
Ermitaño