viernes, 9 de septiembre de 2016

Discurso Del Santo Padre a los abades reunidos en ROMA



Estimados Padres Abades,
Queridas hermanas,

con la alegría les doy la bienvenida. Saludo al Abad Primado Dom Notker Wolf, al que agradezco las amables palabras y sobre todo por su valioso servicio en los últimos años. Después de dieciséis años de giro, pienso: este hombre que puede detenerlo? Su Congreso Internacional, que ve que se reunieron regularmente en Roma para reflexionar sobre el carisma monástico recibido de San Benito y cómo mantenerse fiel a ella en un mundo cambiante, interpreta en esta ocasión un significado especial en el contexto del Jubileo de la Merced. Es el mismo Cristo que nos invita a ser "misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36); y que son testigos privilegiados de esta "forma" de este "camino" para operar en el amor misericordioso de Dios. De hecho, si sólo es en la contemplación de Jesucristo que nos encontramos con el rostro del Padre misericordioso (cf. Bull Misericordiae Vultus, 1), la vida monástica es una manera segura de hacer esta experiencia contemplativa y traducirla en testimonio personal y comunitario.

El mundo de hoy muestra cada vez más claramente la necesidad de la misericordia; pero esto no es un eslogan o una receta: es el corazón de la vida cristiana y, al mismo tiempo, su estilo concreto, el aliento que anima las relaciones interpersonales y nos hace estar atentos a los necesitados, y en solidaridad con ellos. Esto es lo que en última instancia, se manifiesta la autenticidad y la credibilidad del mensaje de que la Iglesia es el fiduciario y heraldo. Pues bien, en este momento y en el llamado de esta Iglesia a centrarse cada vez más en lo esencial, los monjes y monjas custodian vocación un regalo especial y una responsabilidad especial: mantener vivo los oasis espirituales, en los que los pastores y los fieles han de derivar la fuentes de la misericordia divina. Para ello, en la reciente constitución apostólica Vultum De quaerere, así que vuelvo a las monjas, y por extensión a todos los monjes: "Para ambos todavía y siempre válido el lema de la tradición benedictina de" ora et labora ", que educa a encontrar una relación equilibrada entre la tensión a lo Absoluto y el compromiso en las responsabilidades diarias, entre el silencio de la contemplación y la rapidez del servicio "(n. 32).

Mirar, con la gracia de Dios, a vivir la misericordia en sus comunidades, anunciáis la fraternidad evangélica de todos vuestros monasterios repartidos por todos los rincones del planeta; y lo hace a través del trabajo silencioso y elocuente para poner a Dios en voz alta y distraído vida del mundo. El silencio que observó y de la que usted es que se necesita los guardianes "base para una visión de fe que capta la presencia de Dios en la historia personal, en la de nuestros hermanos y hermanas que el Señor le da y en los acontecimientos del mundo contemporáneo" (ibíd., 33). Incluso si usted vive apartado del mundo, el alojamiento no es estéril, de hecho, es "un activo, no un impedimento para la comunión" (ibid., 31). Su trabajo, en armonía con la oración, hace compartir la obra creadora de Dios y le hace "a ser solidarios con los pobres que no pueden vivir sin trabajar" (ibid., 32). Con su hospitalidad, puede cumplir con los corazones de los perdidos y ahora, de los que están en una condición severa de la pobreza humana y espiritual. Incluso su compromiso con la formación y la educación de los jóvenes es muy valorado y altamente cualificado. Los estudiantes de sus escuelas, a través del estudio y su testimonio de vida, pueden llegar a ser demasiado humanismo de expertos que emana de la regla benedictina. Y su vida contemplativa es también un canal privilegiado para alimentar la comunión con los hermanos de las Iglesias Orientales.

El motivo del Congreso Internacional de fortalecer su federación, por lo que más y mejor, tanto en el servicio de la comunión y la cooperación entre los monasterios. No se desanime si los miembros de las comunidades monásticas disminución en el número o la edad; por el contrario, mantiene el celo de su testimonio, incluso en los países más difícil hoy en día, con la fidelidad al carisma y el valor para iniciar nuevas congregaciones. Su servicio a la Iglesia es muy valiosa. En nuestro tiempo hay una necesidad para los hombres y las mujeres que prefieren nada al amor de Cristo (cf. Regla de San Benito, 4,21; 72,11), que se alimentan diariamente de la Palabra de Dios, que es digno celebrar santa liturgia, alegre y trabajadora de trabajo en armonía con la creación.

Queridos hermanos y hermanas, gracias por su visita. Yo los bendigo y os acompaño con mis oraciones; y también, por favor ora por mí, que lo necesito. Gracias.

P.P. Francisco 

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