sábado, 17 de septiembre de 2016

Las horas del monje marcadas por la Oración


La vida del Solitario trascurre en perfecta comunión con el Señor y en comunión con la iglesia, esto gracias a la Liturgia de las Horas.

La liturgia de las horas es la composición de una serie de oraciones y salmos que nos invita a la alabanza del Dios uno y trino, creador, redentor y operante y que nos une al cuerpo místico de la Iglesia peregrina y universal. Esta adornada con una riqueza inigualable y que nos invita a una contemplación pausada y sonora de la acción de Dios en el tiempo.

Por muchos años la iglesia había guardado este tesoro solo y exclusivo a los clérigos y monjes, pero con el pasar de los tiempos se ha acercado a todo el pueblo de Dios para que todos podamos unirnos a la liturgia de las horas y con ella ofrendar nuestra existencia.

Partiendo entonces de lo anterior se puede afirmar que el contemplativo solitario se une a toda la iglesia con esta liturgia, une sus sufrimientos a los sufrimientos de todo e incluso a los sufrimientos de Cristo... La liturgia hace sentir al solitario la unidad universal del cuerpo místico de Cristo y le permite vivir el ritmo de su vida en una profunda tónica de oración.

El Contemplativo vive marcando cada hora desde que se levanta hasta que se acuesta con la ritualidad de la oración litúrgica, en la mañana ofrenda el oficio de lectura, que le permite conocer y adentrarse a la vida de muchos hombres y mujeres de las sagradas escrituras y a la sabiduría de los padres de la iglesia.

Ofrenda, el anacoreta, su día con la salmodia de las Laudes y con ella consagra toda su jornada a la acción operante del buen Dios.

La horas menores, tercia, sexta y nona, vinculan al Ermitaño en la pedagogía del Dios que parte la vida en dos, que divide el tiempo entre el trabajo y la contemplación, es sin duda un profundo encuentro intimo y personal con el Dios de la vida.

El día va cayendo y con él el cansancio y la fatiga del monje que entrega su labor realizada en las vísperas y posteriormente cierra su día en completas que dispone al monje a morir... ¿Morir? si la muerte espiritual de la que tanto nos hablan nuestros padres del desierto, ese morir a lo que fue hoy, entregar lo que hice, como lo hice y el amor que puse a cada cosa... porque mañana, si es que llegara el mañana... es un nuevo comenzar, es un nuevo resurgir.

Esta es la santa rutina que salva al monje de la asedia espiritual, el hastió... del sin sentido... Entregar en cada hora del día mi si al si que dio Cristo en la Cruz.


Alabados sean Jesús y María

                                                                                                                      Hno. W.A.C.R. 
Ermitaño 

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