martes, 10 de enero de 2017

UNA URGENTE NECESIDAD DE CONVERSIÓN PASTORAL Y CONSAGRADA


Para nadie es un misterio la triste realidad por la que está pasando nuestra iglesia, sacerdotes infieles a su ministerio, un decaimiento en las vocaciones sacerdotales y religiosas, un profundo clericalismo que está atropellando la acción del Espíritu Santo, unas doctrinas falsas que está levantándose con fuerza y están queriendo derrocar la sacralidad de nuestra doctrina y quieren imponerle nuevas costumbres. El enfrentamiento de agentes de pastoral por unos celos pastorales absurdos, como nos lo denuncia el Papa Francisco en la Evangelium Gaudium; es como si se nos olvidara que todos somos miembros de una misma familia y que no somos comerciantes de vocaciones sino fuentes porque es por nuestro testimonio de vida que otros se descubren también llamados.

Pero, ¿Por qué vivimos esta triste realidad? ¿Cómo responder ante este desafío que nos esta enfermando y que nos está haciendo perder tiempo valioso? ¿Cuál es mi deber como laico, consagrado, obispo, sacerdote ante esta crisis?

Ante estas preguntas la respuesta es única: NECESITAMOS CONVERSIÓN

Nuestra iglesia, nuestras comunidades religiosas, nuestras parroquias, movimientos, grupos juveniles, todos absolutamente todos los que hacemos parte de esta iglesia necesitamos de una profunda conversión que nos permita encontrarnos plenamente con el Señor Jesús.

DEJAR A UN LADO LA PASTORAL DE LAS “ISLAS”

Un primer paso para esta conversión pastoral y eclesial es descubrir la urgente necesidad que tenemos de contar con el otro, de descubrir en el otro la riqueza del Espíritu que nos ayuda a saborear los carismas y los dones que ha insertado en nuestra iglesia. Es descubrir que el otro también posee unos dones que pueden permitirme encontrarme más plenamente con mi propia vocación y con el Señor Jesús.

Es deplorable ver como en algunos seminarios o comunidades religiosas se están formando a los jóvenes para excluir a aquellos que no hacen parte de nuestra comunidad o seminario, es como si solamente nosotros fuéramos los portadores de la verdad o como si solamente en nuestros seminarios y comunidades fueran dignos o merecedores de vocaciones. Esto genera lo que denuncio como el “aborto vocacional” porque claro, cuando encontramos a alguien que no posee nuestro carisma o que no piensa como nosotros deseamos, lo lastimamos tan profundamente que lo único que logramos es crear en el joven o la joven una aberración por la vida consagrada y quizás destruirle una respuesta por la cual Cristo nos pedirá cuenta después.

La pastoral de la Isla, es aquella pastoral que nos enferma porque vivimos encerrados en nosotros mismos y no nos lanzamos al auténtico encuentro con Cristo y con los demás. Esta pastoral es la que nos hace pensar solo en nosotros o en nuestra comunidad y no nos ayuda a identificar que también estamos llamados a ser los veladores de mi hermano en especial del que se está quedando solo, el enfermo o el desprotegido.

Yo como ermitaño, que vivo solo, constantemente recuerdo que mi opción de vida no es por guardarme o por cuidarme, sino que es un desgaste por los demás, mi vocación es una respuesta al amor que siento por mis hermanos Religiosos, sacerdotes, seminaristas, obispos, cardenales y hasta por el mismo Santo Padre, por quienes ofrezco constantemente mi oración y penitencia.

SALIR EN BUSCA DEL OTRO

Otro movimiento que nos permite vivir esta profunda Metanoia a la que estamos siendo convocados por la Iglesia y por el Mismo Señor Jesús es la apertura que debemos tener en salir a buscar a los demás, salir a convocar y a encontrar, el explorador que sale en búsqueda siempre encuentra algo.

Este movimiento de salida nos invita a dejar de lado esas seguridades enfermizas que no permite que nos contagiemos de la alegría de los demás, que no permite que el espíritu sople con fuerza en nuestras propias realidades, las restaure, las arranque, las reconcilie. Todo lo contrario cuando nos atrincheramos en nuestros seminarios, en nuestros conventos, en nuestras propias y absurdas seguridades no permitimos dar a conocer la alegría de nuestro estilo de vida. Estamos tan equivocados pensando en que esta seguridad de encerrarnos en nosotros mismos puede salvaguardar nuestra vocación o nuestro estilo de vida y lo que estamos percibiendo es todo lo contrario entre más encierro más escándalos.  

La prudencia pastoral que se nos pide es aquella que nos ayuda a insertarnos dentro del mismo mundo y luchar contra la corriente, luchar desde nuestra condición de consagrados, de religiosos y religiosas, de laicos comprometidos, de movimientos apostólicos que se lanzan a la conquista de nuevas fronteras, a conocer la diferencia del mundo y a conocer la diversidad de carismas y aceptarlos, acogerlos y a aprender de ellos.

Salir en busca del otro, no es otra cosa que seguir los pasos de Jesús de nazareth que salía a recorrer, a convocar, a llamar, a sanar, a interpelar, a convencer, a amar…

Un Anacoreta esta llamado también a salir de si mismos, a vivir un profundo arraigo en la oración frente a las realidades y necesidades del mundo actual, no se es un auténtico ermitaño si no tiene un profundo arraigo en las necesidades de las personas que lo buscan para que con su oración interceda por ellos.

DEJARSE INTERPELAR POR LO QUE ENCUENTRA

Para ir terminando, es importante descubrir que estos pasos que vamos siguiendo para nuestra conversión pastoral se deben dejar interpelar por lo que vamos encontrando en el camino, un mundo que reclama con urgencia la figura del consagrado, no solo para alardear el color de un trapo, o la manera en que canto, sino para tocar la carne del pueblo, para ser salud y curar sus enfermedades, para ser padres, hermanos, amigos, educadores.

Debemos dejarnos interpelar por lo que encontramos en nuestros diferentes campos de Misión, pues que Cristo mismo quien esta interpelando nuestra vocación, nuestro carisma, nuestra respuesta.
No podemos caer en el grave riesgo de pensar que porque ya somos Sacerdotes, Obispos, Religiosos, religiosas, seminaristas ya hemos llegando a la plenitud de nuestra propia vocación.

Querido amigo lector, el Señor sigue llamando, el Señor sigue suscitando en nosotros vocaciones, inquietudes, llamadas no seamos ajenos a esto, respondamos con un solicito amor pero pensando no en nosotros sino también en el otro.


 ALABADOS SEAN JESÚS Y MARÍA

Hno. W.A.C.R.
Ermitaño 








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