jueves, 19 de enero de 2017

Vida de San Antonio Decimo Capitulo

PERSEVERANCIA Y VIGILANCIA

"Con estos pensamientos cada uno debe convencerse que
no hay que descuidarse sino considerar que se es servidor del Señor y atado al
servicio de su Maestro. Pero un sirviente no se va atrever a decir: "Ya
que trabajé ayer, no voy a trabajar hoy". Tampoco se va a poner a calcular
el tiempo que se ya ha servido y a descansar durante los día que le quedan por
delante; no, día tras día, como está escrito en el Evangelio (Lc 12,35-38;
17,7-10; Mt 24,45), muestra la misma buena voluntad para que pueda agradar a su
patrón y no causar ninguna molestia. Perseveremos, pues, en la práctica diaria
de la vida ascética, sabiendo de que si somos negligentes un solo día, El no
nos va a perdonar en consideración al tiempo anterior, sino que se va a enojar
con nosotros por nuestro descuido. Así lo hemos escuchado en Ezequiel (Ez
18,24.26; 33,12ss); lo mismo Judas, que en una sola noche destruyó el trabajo
de todo su pasado.

Por eso, hijos, perseveremos en la práctica del ascetismo y
no nos desalentemos. También tenemos en esto al Señor que nos ayuda, según la
Escritura: "Dios coopera para el bien" (Rm 8,28) con todo el que
elige el bien. Y en cuanto a que no debemos descuidarnos, es bueno meditar lo
que dice el apóstol: "muero cada día" (1 Co 15,31). Realmente si
nosotros también viviéramos como si en cada nuevo día fuéramos a morir, no
pecaríamos. En cuanto a la cita, su sentido es este: Cuando nos despertamos
cada día, deberíamos pensar que no vamos a vivir hasta la tarde; y de nuevo,
cuando nos vamos a dormir, deberíamos pensar que no vamos a despertar. Nuestra vida
es insegura por naturaleza y nos es medida diariamente por Providencia. Si con
esta disposición vivimos nuestra vida diaria, no cometeremos pecado, no
codiciaremos nada, no tendremos inquina a nadie, no acumularemos tesoros en la
tierra; sino que como quien cada día espera morirse, seremos pobres y
perdonaremos todo a todos. Desear mujeres u otros placeres sucios, tampoco
tendremos semejantes deseos sino que le volveremos las espaldas como a algo
transitorio combatiendo siempre y teniendo ante nuestros ojos el día del
juicio. El mayor temor a juicio y el desasosiego por los tormentos, disipan
invariablemente la fascinación del placer y fortalecen el ánimo vacilante.

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